En León, los homicidios dolosos han mostrado una tendencia a la baja, pero la tranquilidad sigue sin llegar. Aunque el número de asesinatos disminuye, los decomisos de armas, drogas y personas vinculadas al crimen organizado van en aumento.
Lejos de cantar victoria, las autoridades se enfrentan a una nueva configuración del problema: menos ejecuciones visibles, pero más operativos que evidencian la persistencia —y mutación— del entorno delictivo.
Durante el último semestre, los cuerpos policiacos reportaron una reducción en los casos de homicidio, especialmente en zonas que antes eran consideradas focos rojos. Sin embargo, esa aparente calma esconde una realidad inquietante: se han incrementado los cateos, detenciones y aseguramientos de armamento de alto calibre.
“No es que el crimen haya disminuido, es que ha cambiado de estrategia”, comentó un agente que pidió permanecer en el anonimato. “Hoy se ve menos sangre, pero hay más movimiento debajo del agua”.
A esto se suman las detenciones relacionadas con células delictivas, muchas de ellas operando desde viviendas particulares o negocios fachada. En palabras de un especialista en seguridad: “La ciudad no ha salido del pantano, solo aprendió a caminar sin hacer tanto ruido”.
Y mientras algunos celebran las cifras alegres, otros advierten que los números no siempre cuentan toda la historia. En León, la batalla no terminó: solo se está librando en otro frente.



