Por que en Chihuahua como en Hogwarts hay nombres que, como los pesticidas, deben manejarse con guantes. Y uno de ellos es el de el exdiputado local, exlíder ejidal, excasi todo… y eterno sospechoso de tener más colmillo que ideales.
Su nombre vuelve a sonar, no por alguna hazaña legislativa ni por conquistar derechos agrarios, sino por lo que ya es su deporte favorito: hacer ruido donde antes hizo tratos.
Durante su gestión como presidente del Ejido Tabalaopa, múltiples desarrolladoras aseguran haber sido “invitadas cordialmente” —léase: presionadas— a soltar aportaciones económicas, pagos extraordinarios, o “acuerdos por debajo del potrero” para poder operar en la zona.
Claro, todo bajo la máscara de la defensa ejidal.
“Cooperas… o tu proyecto no pasa.”
Y qué curioso: mientras estuvo en el cargo, nadie decía nada. Todo era abrazos, reuniones, discursos. Pero ahora que dejó la silla —y la protección— Rodrigo ha pasado de líder agrario a vocero vengativo, acusando a diestra y siniestra con la furia de quien sabe que el telón se le está cayendo… igual que aquel caballo en 2014.
Porque sí, el apodo ya está corriendo como peste: “el que se cae del caballo”. Un chiste viejo que hoy cobra nuevo sentido, porque también se está cayendo del pedestal de impunidad donde pastaba tan cómodo.
Y mientras se pasea por los medios vendiendo el cuento del justiciero territorial, en realidad lo que busca es reacomodarse en el mapa político antes de que alguien le pase la factura completa de sus extorsiones disfrazadas de asambleas.
Que se cuide Chihuahua. Porque cuando un político empieza a ladrar sin fuero, sin cargo, y sin montura… es que algo teme.
Y Rodrigo, dicen, ya anda con la cola entre las patas.



